Tras una incursión en el cortometraje, Habitación de alquiler, rodó su ópera prima y la que se convertiría en obra maestra de nuestra cinematografía. La tía Tula, adaptación de la obra de Unamuno, sufrió ocho cortes de la censura: “había una escena que era clave: la tarde en que Ramiro pasea solo y Tula, con sus amigas, camina hacía una meditación. Hablaban de la virginidad como valor vivo y operante en la mujer de entonces; se marcaba ahí el abismo insondable que había entre Tula y Ramiro. Estoy convencido de que con los cortes La tía Tula perdió carga en profundidad”.

 

Picazo confesó con el tiempo que estuvo tentado para hacer una segunda parte de la película tras enterarse leyendo el periódico del fallecimiento del intérprete Carlos Estrada en noviembre de 2001 –“Tras la muerte de Ramiro, Tula seguramente cogería las maletas y se iría a ver qué pasaba con sus sobrinos, con Juanita, y con los hijos del nuevo matrimonio. Sería la aventura de Tula con esta nueva familia, pero en ella todo ya habría cambiado…”–. En su decimoquinta edición, el Festival de Málaga homenajeó esta cinta como película de oro. 

 

En cine no volvió a tener un éxito como el que alcanzó con su primera obra, “La tía Tula se defiende por sí misma, pero Luis Buñuel le dijo al periodista García Rayo que era la película española que más le gustaba y Umberto Eco, tras haber visto cine de la llamada Escuela de Barcelona, aseguró que solo perduraría mi historia por ser auténtica y sincera”. Completaron su filmografía Oscuros sueños de agosto, Los claros motivos del deseo, El hombre que supo amar y Extramuros, aparte de dirigir producciones para televisión como Crónica de un pueblo y Cuentos y leyendas, entre otras. Como intérprete se prodigó en títulos como El espíritu de la colmena, de Víctor Erice; Remando al viento, de Gonzalo Suárez y Tesis, de Alejandro Amenábar

 

El realizador, guionista e intérprete pasó sus últimos años en la ciudad que le vio nacer, Cazorla, y no faltaba nunca a la cita anual de la Muestra de Cine Inédito en Jaén, donde en cada edición se hacía entrega del premio Miguel Picazo a un compañero de profesión. Pese a toda su trayectoria, Miguel Picazo aseguraba que nunca había trabajado para la posteridad, “lo he hecho para el presente. No me interesa el futuro. Tarde o temprano todo pasará”. 

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