Año: 2019

Duración: 118 min.

País: Reino Unido

Dirección: Rupert Goold

Guion: Tom Edge (Obra: Peter Quilter)

Fotografía: Ole Bratt Birkeland

Reparto

Renée ZellwegerRufus SewellFinn WittrockMichael GambonJessie BuckleyBella RamseyJohn DagleishGemma Leah DevereuxGaia WeissAndy Nyman

Sinopsis

Durante el invierno de 1968, treinta años después del estreno de ‘El mago de Oz’, la leyenda Judy Garland llega a Londres para dar una serie de conciertos. Las entradas se agotan en cuestión de días a pesar de haber visto su voz y su fuerza mermadas. Mientras Judy se prepara para subir al escenario vuelven a ella los fantasmas que la atormentaron durante su juventud en Hollywood.

Crítica

La vida personal y artística de Judy Garland, si es que se pueden separar, pasa por ciclos de gloria en lo artístico, y de infierno en lo afectivo, como ser humano. Eso quiere decir que tuvo que atravesar tantas tormentas, lances y matices en sus cuarenta y siete años de vida que, si tomamos su biografía como partida para realizar una película, nos encontraremos con tanto material argumental que, por poco que se esforzara el guionista difícilmente nos defraudaría, y tendríamos para una serie.

De todas esas vivencias Tom Edge, a partir de la obra de Peter Quilter  sobre la estrella, y seguramente inducido por las indicaciones del director Rupert Goold, sedesarrolla en Judy sólo la última etapa, cuando la cantante ya era un juguete roto, con pocas o ninguna posibilidad de salvarse y vivir una vida de persona normal  -lejos de estridencias y alaracas de triunfadora- y dedicarse a la educación de sus hijos, en vez de abandonarse a la dependencia del alcohol y los barbitúricos. Es cierto que, entre secuencia y secuencia de esa etapa, el director nos intercala algunas escenas a modo de flash-backs, en los inicios de su carrera, que nos muestran situaciones límites bastante tiránicas y vejatorias del productor con la jovencita estrella -todavía adolescente- cortándole las alas para que no se atreviera a volar, según sus deseos y caprichos. Con esas escenas nos introduce en las revueltas aguas en las que tuvo que nadar la persona desde su infancia y viene a justificar el resultado de la conversión de su personaje en lo que posteriormente quedó.

Nos parece poca cosa para el inmenso material que hubiera podido introducir, por poco que se hurgue en la vida de la mítica estrella y el encuentro con su parte más humana y desvalido, o la importancia que tuvo la relación paterno filial en sus años tempranos y, de esa manera, presentarnos una obra más completa y cercana al conjunto de lo que fue su vida.

En cualquier caso, la película se sigue con interés, ternura y, en ciertos momentos hasta con angustia por ir descubriendo como aquella figura que tenemos como un gran mito se siente abandonada, desamparada ante el peligro que le acecha de caer en la ruina, física y económica, mientras se debate en una batalla en solitario y en inferioridad de condiciones de la que no es del todo consciente, pero que se agiganta cuando aparece en escenario en su faceta de cantante de voz inconfundible universal.

La energía y la pasión en esta película la encontramos en la magistral interpretación que hace Renée Zellweger encarnando a Judy. Ella nos hace vibrar cuando se pone dramática, sonreír cuando aborda la mordacidad y nos despierta la sensibilidad y ternura cuando aborda, con dignidad, pero a veces equivocadamente, decisiones que le han de perjudicar.

Quiero destacar que la última secuencia es algo efectista, pero resulta conmovedora y nos deja un buen sabor de boca, a pesar de que, la canción más esperada por el espectador hubiera sido preferible escucharla en su auténtica versión original, pero la Zelwegern, en su afán camaleónico nos ha robado esa oportunidad y, aunque su voz no es la de la Garlan, también en esa secuencia está magnífica. Algunos piensan que, después de ese derroche de interpretación ¿Quién ha mostrado más merecimientos que ella para llevarse el Oscar este año?.

Pepe Méndez