Julieta

(Sin concesiones al humor)

Almodóvar, el maestro del diseño, el estilismo, la composición y, en otro tiempo el sarcasmo contracultural que rompía las reglas sociales y lanzaba algunos exabruptos sobre los carcamales comportamientos  morales arraigados socialmente en este país durante muchos años, deja de lado esto último y conserva todo lo demás, poniéndolo al servicio de una obra que quiere ser sesuda y emotiva, una película en la que no hay espacio para la sonrisa y mucho menos el chiste fácil  -con frecuencia irreverente- al que nos tenía acostumbrados. El director vuelve al hermetismo de su penúltimo film “La piel que habito” pero nos introduce en un tema más común: el de la relaciones entre una madre y una hija cuya comunicación se rompe drásticamente  por falta de trasparencia y sinceridad entre ambas.

Ahí tenemos el drama. Ese es el conflicto de la película, con la  que Almodóvar quiere traspasar la pantalla, llegar al espectador e invitarnos a la reflexión de retomar esa comunicación entre padres e hijos sin que queden lunares de comprensión ni lagunas oscuras que no se muestren en ese intercambio y, me temo, que eso es un sueño imposible, a veces por el idealismo irreflexivo de los adolescentes y otras, por la falta de saber leer sus progenitores en la mente de sus hijos lo que verdaderamente estos necesitan saber o cuales son sus verdaderas preocupaciones. Con frecuencia, misterios insondables que dejan heridas en las relaciones familiares durante años y, lo más doloroso, a veces para siempre. En esta encrucijada se encuentra Julieta, (magnífica interpretación de la siempre brillante Emma Suarez) que siente el dolor de haber perdido el rastro de su hija por voluntad de esta, sabiendo que está en algún lugar pero que ella tiene el acceso prohibido. ¿Cuál es su culpa? Se pregunta a todas horas, herida por no encontrar la respuesta.

La filmografía de Almodóvar está llena de dramas folletinescos pero contados con mucha gracia, adornados con secuencias sorprendentes que pueden parecer marginales por su atrevimiento expositivo en pantalla y ocurrencias explosivas, en este caso habla de la conciencia de una manera más introspectiva, de la soledad y del sentimiento de culpabilidad que se apodera del personaje con amargura durante la parte última de la historia.  Así que para ver esta película debemos distanciarnos de todos los prejuicios y parámetros referenciales que tengamos creados en nuestra mente sobre el cine de Almodóvar, y ver que Julieta es una película emparentada con su anterior filmografía, sí, pero contada con un lenguaje mucho más sobrio, más seco (en algunos aspectos cercano al cine nórdico, pero claramente aderezada con la impaciencia mediterránea) que, como la mayoría de sus obras, poseen una factura técnica y estética perfectas, con un ritmo dinámico, tenso, que nos ayudan a meternos en la historia y a seguirla sin pausas ni tiempos muertos, ayudados por unas interpretaciones magníficas y una puesta en escena universales. Si acaso dos objeciones que considero muy personales, primera; la banda sonora de Iglesias que está presente en todas las secuencias me parece excesivamente machacona y en algunos momentos  me sobra. Y segunda; me parece forzado, como si fuese otra película,  el encuentro con el solitario hombre del tren que se suicida después de dejar la maleta vacía  en el compartimento de Julieta.

Pero…. Misterios tiene la vida.

 

Pepe Mendez