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0 otiTal y como os comenté ayer, en mi artículo sobre los estrenos de la semana (podéis recuperarlo directamente aquí), publicamos ahora, de forma íntegra y con autorización expresa de su autor, un artículo especialmente interesante publicado ayer en el diario ABC, justo ahora que la trilogía de Kieslowski ha vuelto a las salas de cine españolas. Os dejo con el gran Oti Rodríguez Marchante.

 

El director de «Azul», «Blanco» y «Rojo» murió a los cincuenta y cinco años?, ¿de qué y de cuánto nos ha privado su prematura muerte?

MV5BNzgyMjE0MDk5MF5BMl5BanBnXkFtZTcwNjcwNDg3Mw@@__V1_UY317_CR10,0,214,317_AL_Krzysztof Kieslowski murió hace justo ahora veinte años, a la edad de cincuenta y cinco y con una filmografía redonda, magnífica y rubricada con una obra mayor, una trilogía incomparable a ninguna otra: Bleu, Blanc, Rouge?, los tres colores de la bandera francesa. El reestreno de estas tres películas de poderosa simbología y engarzadas entre sí con toda la fuerza ética y poética de Kieslowski es la gran noticia, no de los estrenos de este fin de semana, sino del cine de los últimos años, y encararse ahora con la lucidez y la complejidad de esta obra lo primero que sugiere es una duda imposible de resolver: Kieslowski murió a los cincuenta y cinco años?, ¿de qué y de cuánto nos ha privado su prematura muerte?, ¿qué hubiera hecho y cuánto nos hubiera revelado en otros veinticinco años de granazón intelectual y cinematográfica?

Su trilogía de colores hay que considerarla como albacea o fiduciaria de la esencia de la obra del director polaco, que arrancó con «La cicatriz», que tiene cimas como «No matarás» o «No amarás», incluso tiene el everest de «La doble vida de Verónica» y el himalaya de «El Decálogo», hecho para televisión y que clava en el corcho del siglo XX toda la trascendencia y complejidad moral y emocional del ser humano. Los «Tres Colores» rubrican, cierran el sello de una obra gigantesca, a la altura de la de Bergman o Tarkovsky en su profundidad, poesía y reflexión.

La forma de ver estas tres películas, Azul, Banco y Rojo, es en ese mismo orden de los colores de la bandera de Francia, aunque Kieslowski, que las hizo prácticamente a la vez entre los años 1992 y 1994, dijo en alguna ocasión que apenas alteraba lo esencial el hecho de verlas en otro orden. Él sabía más de ello que el resto del mundo, pero creo que es fundamental ver primero Azul o Blanco, y en último lugar Rojo, pues es en ella donde se ofrece el epílogo, el remate genial, liberador, por el que respira toda la densidad de las tres historias y en el que se juntan también todos sus protagonistas, incluso le da «desarrollo» a las historias contadas en Azul y Blanco, pues los supervivientes de la catástrofe del ferry son personajes, parejas que se nos había quedado «en el aire»?

El hálito de su coguionista siempre, Krzysztof Piesiewicz, y el hilo musical de Zbigniew Preisner, algo más que el músico del cine de Kieslowski, pues es literalmente su alma (no se puede ni entender ni sentir el cine de Kieslowski sin la música de Preisner, o incluso de Van Budenmayer, compositor del siglo XVII, inventado él y su gran música por Preisner, y que aparece en «El Decálogo», en «La Doble vida de Verónica» y en la Trilogía), le dan solidez y engarce a las tres piezas que, si se analizan con exactitud, van mucho más allá de la Liberté, Egalité y Fraternité que representan esos tres colores, retorciendo esos significados hasta la más absoluta genialidad.

«Azul» es la libertad, pero no en un sentido ideológico o político, sino en el más «puro» sentido vital: cuenta la tragedia de Julie, que pierde a su marido y a su hija de cinco años en un accidente de coche, y del modo más brillantemente filmado nunca la película nos sugiere algo asombroso, el modo de armonizar el personaje de Julie el peso del vacío, el hachazo del infortunio, con el raro y brutal sentimiento de libertad que la envuelve, la libertad del cero, del folio en blanco, del no pasado, de la música que le surge en mil detalles visuales (poco texto, total sentimiento), desde el rayo de sol en la cara a ese rasgarse la piel de la mano contra la pared?

Trilogía perfecta

p_txt«Blanco» es la igualdad, pero teñida de extravagancia, de impotencia y de voluntad por el personaje de ese emigrante polaco de ida y vuelta, perdido de amor por su mujer francesa perdida y que desbarata toda la idea de «igualdad» entre tonos de negro humor y el timbre de la eficacia del dinero y de la «listeza» para conseguirla.

Y «Rojo» es un paseo por el fraternal personaje de una joven modelo que ansía el equilibrio a su alrededor y que percibe su influencia en él (en ese juez retirado que espía a sus vecinos) con su frescura, naturalidad y su previsión del azar (las tres cerezas de la maquinita). La claridad de esta película sobre la actitud ante la fragilidad del presente, la sensación de pieza de un tablero y sobre la resolución de lo imaginado o soñado, hacen de «Rojo» una pieza de incontenible mensaje que ni vista cien veces se agota?

Trilogía perfecta, imbricada, superpuesta, que nos habla del azar tanto como de un pliegue del destino como de una chiripa, una circunstancia: Julie, la protagonista de «Azul» entra en un instante en la Sala de Justicia en la que la pareja de «Blanco» se está divorciando (y vemos ese instante de chiripa en las dos películas); Valentina, la protagonista de «Rojo», se cruza sin mirarse en varias ocasiones con su joven vecino que sufre (por azares resulta ser el alter ego del viejo juez, sutilísimo detalle del guión); una anciana tiene problemas para introducir una botella de vidrio en el contenedor de basura, en las tres películas, y en cada una de ellas el protagonista reacciona de distinto modo? El colofón final antes mencionado, donde sin «saberse» todos los personajes de la trilogía coinciden en el final o en el comienzo de algo.

binoche-azulEn muy pocas ocasiones el cine consigue un grado de precisión y elegancia en la expresión del teclado de los sentimientos y de su conversión en detalles, destellos, imágenes, colores y música. Tres Colores, Azul, Blanco y Rojo es una obra inagotable, que lamentablemente agotó a su autor y que afortunadamente nunca, nunca, agotará la mirada y la emoción de cualquier espectador que quiera entender por qué los personajes de cada película lloran al final.

Oti Rodríguez Marchante

@OtiRMarchante

Foto 1 (aparece Oti Rodríguez Marchante): José López Pérez

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