Por mucho que ya haya voces que la estén calificando de espléndida; que tenga un 8,5 en la IMDb o que ostente un sorprendente 100% en Rotten Tomatoes —de acuerdo, con muy pocas críticas, pero aún así es sorprendente— las ganas que tengo de acudir el viernes al cine a ver la nueva versión en imagen real que Disney ha producido sobre ‘El libro de la selva’ de Ruyard Kipling son ínfimas por dos razones fundamentales.
La primera, que esta nueva corriente de propuestas de la todopoderosa productora de adaptar sus clásicos de siempre a imagen real me parece tan innecesaria como irregulares han sido los resultados de los dos títulos que hemos podido ver hasta la fecha —mucho más que irregulares en el caso de uno de ellos—. La segunda, por venir firmada por un Jon Favreau al que sólo le ha salido una película bien de su filmografía como director y que, por lo que parece, nos va a ofrecer aquí un delirio digital que habrá que ver si en pantalla gigante luce de forma tan aparente a como lo hace en los trailers.
En el opuesto del espectro, esto es, con animales de verdad y un acercamiento a los relatos de Kipling bastante menos epatante que el espectáculo que al parecer nos va a deparar la nueva versión del popular libro, nos remontamos hoy en Cine en el salón hasta 1942 para traeros la primera adaptación que Hollywood hizo sobre las aventuras de Mogwli, el cachorro humano criado entre lobos en mitad de la selva india que fue protagonista de tres de las catorce historias que componen ‘El libro de la selva’ tal y como fue concebido por el literato inglés.
‘El libro de la selva’, la aventura según los Korda
Con dos ejemplos clave dentro del cine de género como ‘Las cuatro plumas’ (‘The Four Feathers’, Zoltan Korda, 1939) o ‘El ladrón de Baghdad’ (‘The Thief of Baghdad’, Michael Powell, Ludwig Berger y Tim Whelan, 1940), tras haberse mudado a Hollywood en 1940 debido a la Segunda Guerra Mundial y después de haber finalizado allí la producción del anterior filme y de ‘Lady Hamilton’ (‘That Hamilton Woman’, Alexander Korda, 1941) —ambas comenzadas en Ingletarra—, los tres hermanos Korda comenzaron a trabajar en el que sería su primer filme completamente estadounidense.
Y para ello eligieron la parte de ‘El libro de la selva’ centrada en Mogwli en un guión que, adaptado por Laurence Stallings, se aparta ostensiblemente de lo que Kipling escribió trascendido el primer acto. Sólo es éste, la exposición del crecimiento del niño en mitad de la jungla y alguno de los personajes que aparecerán toda vez el protagonista adquiera el rostro de Sabu —que ya había intervenido en el ‘Ladrón de Baghdad’— y se mezcle con los humanos del pueblo del que desapareció cuando pequeño lo que se acerca a las líneas originales publicadas a finales del s.XIX.
El resto intenta capturar para sí el talante alegórico que dimana del texto de Kipling pero evita el carácter fabulado del mismo obviando la antropomorfización de los animales —sólo un animal, la cobra que protege el tesoro que es McGuffin durante una buena parte del metraje, habla al protagonista—, algo normal considerando la época en la que se produjo un filme que, de haber tratado de mantenerse fiel al libro, habría tenido que tirar de marionetas o actores disfrazados, restando así efectividad a la aparición de los animales reales con los que fue rodado.
Sin que éstos, como digo, se expresen como sí lo harán en el clásico animado de la Disney que todos tenemos en mente cuando hablamos de ‘El libro de la selva’, lo cierto es que el calado de la cinta firmada por Zoltan Korda es, como poco, irregular: funciona aquí y allá durante su primer tramo, echa el freno en exceso en un segundo que se prolonga en demasía y pierde gran parte del empuje que la cinta arrastraba desde su inicio y, por más que lo variado del clímax le haga subir algunos enteros, éstos no son los suficientes como para recuperar por completo la atención del público.
Con todo, el tono ligero y desenfadado de la cinta, el humor de algunos momentos y el muy variado score de Miklós Rozsa —que trabaja una partitura en la que hay leitmotivs para cada uno de los animales, por más que el protagonismo de éstos sea ínfimo— hace que ‘El libro de la selva‘ (‘The Jungle Book’, 1942) sea una cinta digna de rescatar antes de acercarse a otras «adaptaciones» de la obra de Kipling como la que la propia Disney ya respaldó en 1994 bajo la dirección de Stephen Sommers. Una cinta aquella de la que sólo se salvaba la música de Basil Poledouris.
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Cine en el salón: ‘El libro de la selva’, Kipling en modo clásico
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Blog de cine
por
Sergio Benítez
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