Analizamos el episodio San Junipero de la temporada 3 de Black Mirror
A propósito de San Junipero
Hacía tiempo que un episodio no me llegaba y emocionaba tanto como San Junipero. Igual me falla la memoria, o quizás estoy exagerando fruto del buen cuerpo que me ha dejado el cuarto episodio de la tercera temporada de Black Mirror, pero creo que la última vez que sentí algo parecido fue con el capítulo final de Lost (Perdidos). Nada menos. Y encima hay ahí algunas similitudes entre ambos episodios, aunque el rollo sea bien distinto.
L o primero que llama la atención de este San Junipero es el evidente cambio de tono respecto a lo visto anteriormente en la ficción creada por Charlie Brooker. El británico presenta aquí una historia con un halo más positivo y esperanzador, alejándonos del pesimismo y el mal rollo que dejan la mayoría de los episodios de la serie. Aquí el uso de la tecnología sirve para algo bueno de verdad, para dar vida más allá de lo concebible, lo cual supone un gran cambio de registro: el futuro puede traer también cosas buenas, no solo gente atrapada en los malos usos que nos presta el progreso.
San Junipero descoloca desde el principio, abriéndose el episodio en un club ochentero en el que dos chicas aparentemente distintas (protagonizadas por Mackenzie Davis y Gugu Mbatha-Raw ) se conocen y sienten una chispa que les conecta. Una vez materializado el amor se va destapando la realidad a través de unos “viajes temporales” de las protagonistas a los noventa y los 2000. Las miguitas de pan que Brooker ha ido dejando durante la primera mitad del episodio eclosionan en la verdad de todo el asunto. Al más puro estilo Philip K. Dick, todo lo visto anteriormente no es más que una realidad virtual generada por un programa que traslada las consciencias (¿o acaso son las almas?) a ese mágico lugar, San Junipero, a distintas épocas a elegir por el consumidor, enfermos terminales o ancianos con exigua esperanza de vida que de esta manera pueden revivir su juventud o tener una segunda oportunidad de vivir como nunca tuvieron la ocasión de hacerlo. Y aún cuando les alcance la muerte ahí está San Junipero, el cielo en la tierra, un lugar en el que vivir eternamente en la vasta red.
La música (perfecta elección de temas, un elemento más que narra la historia) y el factor nostalgia, tan de moda hoy en día, juegan un papel capital en el episodio, trasladándonos a los desenfados años 80, a un momento y un lugar en el que las preocupaciones y las responsabilidades se desvanecen, en el que el único objetivo es disfrutar, cada uno a su manera (ahí está el Quagmire para aquellos que buscan sensaciones más fuertes), pero con la vitalidad por bandera. Todos están para pasarlo bien, pero los sentimientos se abren paso a través de las realidades, se manifiestan en los lugares más insospechados, y aquí nos regalan una preciosa y difícilmente olvidable historia de amor. De las más bonitas y emotivas que un servidor ha visto en mucho mucho tiempo.
Aparte del fascinante mundo que presenta y representa San Junipero, de las posibilidades que abre al futuro, ofrece también una serie de dilemas filosóficos que cada uno debe dirimir en su interior. San Junipero ofrece vida más allá de la muerte, una existencia infinita en un mismo lugar, sin envejecer, sin trabajar, ¿sin sufrir? ¿Es ese el cielo que todos esperamos? No todos están allí, la elección es libre, así como el tiempo de tu estancia (te pueden desconectar cuando así lo desees), además está el gran inconveniente de que las personas fallecidas antes de la creación del programa no se las puede recuperar. Ahí tenemos el principal conflicto de esta historia, seguir ahí o dejar de existir. ¿Hay un cielo de verdad? ¿No hay nada en absoluto? Cada cual es libre de elegir en qué creer.
En un mundo oscuro, ese reflejo negro, en el que el futuro se suele presentar turbio y desesperanzador, es de agradecer encontrar pequeñas joyas como este San Junipero, una historia que rompe en tono e intenciones con sus hermanas, que va más allá de la enseñanza moral o el castigo para mostrar un mundo donde el amor sigue rompiendo barreras y haciendo de esta y otras realidades un lugar mejor.
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