Bill Viola, figura como uno de los iniciadores de videoarte, uno de los pioneros de esta disciplina que en su día buscó ensanchar los límites del arte, con la nueva tecnología que era en su momento, la grabación videográfica. Mucho ha llovido desde entonces, pero a este americano neoyorquino del 51 hay que reconocerle su capacidad de evolucionar en las formas y en los fondos. En las formas, porque ha utilizado todas las posibilidades que ofrecen las cámaras más sotisticadas que graban a gran número de imágenes por segundo y que permiten en el visionado la descomposición precisa de cualquier movimiento…
También en los fondos, porque en la obra de Bill hay «una inquietud constante por la naturaleza del ser humano y la transitoriedad de la vida» como explican los papeles de la Fundación de La Pedrera, de Barcelona, donde se exhiben sus trabajos…Las grandes cuestiones que nos inquietan a todos los humanos como nacer, morir y todo lo que transcurre por medio como el propio paso del tiempo estan magníficamente abordados por este muy «espiritual» artista…De ahí, el título de esta reflexión: la exposición puede visitarse como tal exposición artística, pero también admite un ejercicio realmente espiritual de introspección,entrando en el sentido profundo que quiere transmitir el artista. A través de puras imágenes, sin textos o músicas colaterales, Viola en esta retrospectiva «Espejos de lo invisible» nos presenta desde obras primigenias de los inicios como The Reflecting Pool (1977-1979), hasta creaciones recientes como Martyrs (Earth, Air, Fire, Water), encargo de la catedral de Saint Paul de Londres, donde se exhibe de manera permanente desde 2014. Excelente idea visitar la exposición en la Pedrera, abierta hasta fin de año, y sumergirse en este «ejercicio espiritual» del sexagenario artista, porque recogiendo sus propias palabras «he acabado dándome cuenta de que el lugar más importante en que cobra vida mi obra no es en una galería de un museo, ni en una sala de proyección, ni en un televisor, ni tan siquiera en la pantalla de vídeo, sino en la mente del espectador que la ha visto. De hecho, sólo puede existir aquí»