A través del humor podemos ver en lo que parece racional, lo irracional, en lo que parece importante, la insignificancia.
Un 16 de abril nacía Charles Chaplin —nombre completo: Charles Spencer Chaplin—, quien imagino no necesita presentación para nadie. Actor, productor, guionista, músico y director británico, fue una de las grandes estrellas del cine mudo, sobre todo gracias a su personaje Charlot, protagonista de numerosos cortos. Antes de realizar su primer largometraje, ya era el actor más querido y respetado por el público.
Jamás recibió un Oscar por una de sus películas en las facetas de intérprete, escritor o director. Recibió dos Oscars honoríficos —en 1929 y 1972—, y uno por banda sonora de ‘Candilejas’ (‘Limelight’, 1952), una de las más populares y versionadas de la historia de la música. Junto a D.W. Griffith, Mary Pickford y Douglas Fairbanks fundó la famosa United Artists.
Estuvo casado con la maravillosa Paulette Goddard, y tuvo una vida amorosa de lo más agitada. Escandalizó a muchos por sus relaciones con chicas de 16 años, lo cual hizo retrasar su título de Sir en un par de ocasiones, recibiéndolo finalmente en 1975.
Murió a los 88 años el día de Navidad mientras dormía.
Antes de las típicas cinco recomendaciones en este tipo de posts, citar una de las más bellas anécdotas sobre la vida de este genio sin parangón y cuya obra aún es inclasificable, debido a la enorme energía de sus obras, su rechazo al mundo y su crítica a absolutamente todos los sistemas.
Bien es sabido que la madre de Chaplin estuvo recluida en un manicomio durante muchos años. Cuando el célebre cómico se convirtió en multimillonario, ordenó sacarla de allí —estaba en las cercanías de Londres— para que pasara sus últimos años en una lujosa mansión en California y con todos los cuidados. Cuando madre e hijo se encontraron, ella no le reconoció. Cada vez que la visitaba, su madre le metía en los zapatos trozos de comida envuelta en periódico, él hacía como que no se daba cuenta.
Salía de allí cabizbajo y desolado. Nadie supo jamás lo que hacía con los alimentos que su madre furtivamente le colocaba. Forma parte del misterio de una personalidad única, y que como pocos habló al mundo de las miserias humanas.
‘El chico’ (‘The Kid’, 1921)
El primer largomentraje de Chaplin —con una duración de 68 minutos— y su primera gran obra propiamente dicha. De resonacias dickensianas, el actor/director mezcla, con inusitada pericia, melodrama y carcajada, con todo el peligro que ello conlleva. Una de las obras más populares de su autor, que alcanzó un éxito astronómico.
‘Luces de la ciudad’ (‘City Lights’, 1931)
Una de las apuestas más arriesgadas de su autor. Cuando todo el mundo estaba disfrutando a lo grande del cine sonoro, Chaplin realizó un film mudo, empresa en la que estuvo inmerso durante dos años, debido a los problemas de filmación. Una de las cumbres del cine romántico, que de nuevo posee un envidiable equilibrio entre drama y comedia. El final sigue poniendo un nudo en la garganta.
‘Tiempos modernos’ (‘Modern Times’, 1936)
Otro prodigio. Una vez más, con el sonoro arrasando en los cines, Chaplin seguía negándose a hacer un film completamente con sonido, así que insertó bastante onomatopeyas, con las que jugaba según reglas del cine silente, y algún que otro pequeño diálogo. La historia del obrero despedido de una gran cadena de montaje es una crítica sin cuartel a la sociedad industrial y una fábula sobre los sueños de libertad del ser humano.
‘El gran dictador’ (‘The Great Dictator’, 1940)
La primera película sonora de su autor, prohibida durante más de 40 años en nuestro país. Una crítica demoledora al nazismo que estaba desolando Europa en aquellos años tan negros, y que no fue muy del gusto de Hitler —algunas fuentes indican que se rió con la película, aunque es difícil creerlo—. Una película que hace llorar de la risa, y llorar. El discurso final —en el vídeo subtitulado al español— no debería dejar indiferente a nadie. Pura emoción.
‘Candilejas’ (‘Limelight’, 1952)
La única película compartida entre Chaplin y otro de los genios del cine mudo: Buster Keaton, cuya participación es una sola secuencia, pero inolvidable. Un film que es una carta de amor al mundo de los cómicos, con un payaso ya retirado que salva del suicido a una joven muchacha a la que ayuda a conseguir el estrellato. Una obra muy madura con un autor muy seguro de sí mismo, y un film muy triste. La música es ya legendaria.
Si el cine tiene la capacidad de hablar de tú a tú al espectador, saltándose todas las posibles barreras que separan a los seres humanos, sean de la índole que sean, lo es gracias a personas como Charles Chaplin.
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La noticia
El imprescindible Charles Chaplin
fue publicada originalmente en
Blog de cine
por
Alberto Abuín
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