Año: 2019
Duración: 110 min.
País: España
Dirección: Daniel Calparsoro
Guion: Roger Danès, Alfred Pérez Fargas (Novela: Eva García Sáenz de Urturi)
Música: Fernando Velázquez
Fotografía: Josu Inchaustegui
Reparto
Belén Rueda, Javier Rey, Aura Garrido, Manolo Solo, Àlex Brendemühl, Kandido Uranga, Sergio Donado, Àlex Monner, Itziar Ituño, Pedro Casablanc, Richard Sahagún, Ramón Barea
Sinopsis:
Vitoria, 2016. Los cadáveres de un chico y una chica de veinte años aparecen desnudos en la cripta de la Catedral Vieja. Unai López de Ayala, un inspector experto en perfiles criminales, debe cazar al asesino ritual que lleva aterrorizando a la ciudad desde hace dos décadas. La sucesión imparable de crímenes y una investigación policial contaminada por las redes sociales llevarán al límite a Unai.
Crítica:
En todas las películas de Calparsoro encontramos una evidente intención de arrastrar al espectador a una inquietud perturbadora a través de la fuerza vital de unas imágenes y un ritmo cargado de sorpresas continuas que, se balancean entre la zozobra y la angustia. En sus primeros films; “Salto al vacío” (1995), “Pasajes” (1996” y “A ciegas” (1997) se vale de unos personajes perdidos en la desesperación, sin principios ni moralidad, juguetes rotos a merced de la droga y, una sociedad en la que ellos no se reconocen ni se sienten partícipes. Pero las inquietantes historias van acompañadas de unas potentes imágenes y un montaje que acentúan la desestabilización de los personajes, mostrados a través de la cámara como seres reales extraídos del documental, intentando transferir en su narrativa la sensación del posible realismo que se da en este género. En esos casos, el peligro latente vuela sobre las cabezas de una sociedad pacífica pero ausente.
Después de esta especie de trilogía, realiza una serie de películas en las que, con guiones más elaborados, menos viscerales y algo más maniqueos, sigue mostrando un espectacular dominio de la imagen, el sentido del ritmo a través de unas bandas sonoras destacables y unos montajes dinámicos, engarzando bien las historias e impregnando a los personajes que trata de una fuerza natural instintiva que los hace atractivos, aunque los reconozcamos peligrosos. Es la fuerza de la naturaleza.
El director no ha perdido esa capacidad en su posterior filmografía, y habituado a elaborar secuencias llenas de ritmo salpicadas de acciones violentas, en este, su último film, nos ofrece un recital de ellas.
En “El silencio de la ciudad blanca” esa serie de escenas trepidantes que, seguramente complacerán a los amigos de las persecuciones en penumbra, cercanas al vértigo que; por las alturas de las catedrales, sus oscuras y tenebrosas naves o solitarios circundantes claustros, se alargan en exceso, -de tal forma que se perciben forzadas y con la intención de agradar a cierto público- y se olvidan de dar realidad a la situación de la escena y hacerla creíble. Es una pena, porque unos cuantos fallos, casi infantiles, carentes de toda lógica, derrumban el conjunto de la obra.
De esta película podemos hablar del rocambolesco tema principal -hasta cierto punto original, pero que seguramente quedan bien en la novela de Eva García Sáenz- también podemos hablar de una buena ambientación, sus elaborados y, a veces espectaculares planos, su cuidada fotografía, el tensionado ritmo creado por el montaje, su aceptable banda sonora -aunque excesivamente martilleante- y, hasta de las correcta actuaciones de todos intérpretes, pero, aunque todo ello funcione por separado, en su conjunto queda disfuncional y poco interesante, es una historia desengrasada, que al chirriar la lógica de ciertas escenas perdemos la credibilidad y el hilo de la narración, así que, la interrelación de los personajes -y con ello sus posibles emociones- dejan de empatizar con el espectador y consiguen que este se ausente.
El silencio de la ciudad blanca se mueve entre el thriller y el cine de terror de asesinos en serie, y Calparsoro integra en esta obra, ingredientes del último cine nórdico, sórdido y tenebroso -aunque tenga algunas secuencias diurnas esplendorosas- pero la trama se desarrolla con personajes retorcidamente malévolos que arrastran hacia la oscuridad un desenlace con ciertos toques del subgénero giallo, todo un discursooscuroy difícil, aunque al final intente una resolución que convenza al espectador, pero una parte de este sale con la sensación de que en esta película todo está demasiado impostado para ser veraz.
Pepe Méndez