Año: 2019
Duración: 102 min.
País: Chile
Dirección: Pablo Larraín
Guion: Guillermo Calderón, Alejandro Moreno, Pablo Larraín
Música: Nicolas Jaar
Fotografía: Sergio Armstrong
Reparto
Mariana Di Girolamo, Gael García Bernal, Santiago Cabrera, Giannina Fruttero, Catalina Saavedra, Eduardo Paxeco, Mariana Loyola, Paola Giannini, Antonia Giesen, Josefina Fiebelkorn, Susana Hidalgo
Sinopsis
Ema, una joven bailarina, decide separarse de Gastón luego de entregar a Polo en adopción, el hijo que ambos habían adoptado y que fueron incapaces de criar. Desesperada por las calles del puerto de Valparaíso, Ema busca nuevos amores para aplacar la culpa. Sin embargo, ese no es su único objetivo, también tiene un plan secreto para recuperarlo todo.
Crítica
El tratamiento que hace Pablo Larrain en el drama de Ema es tenazmente invasivo para el espectador. Como invasivos y desequilibrantes aparecen ambos personajes, Ema y Gastón, al relacionarse con todos los demás de su entorno; familia, compañeros de trabajos, alumnos a su cargo y, sobre todo consigo mismos.
Si la enfermedad más grave es el dolor producido por la mala conciencia, queda patente que ambos personajes se sienten hondamente angustiaos por decisiones erróneas y no saber elegir el camino correcto para repararlas. De ahí su desasosiego, su irascibilidad con las personas que se relacionan, su inflexibilidad y grado de exigencia desmesurada y sin control que imponen a los alumnos de la escuela del cuerpo de danza que tienen a su cargo, o la incomunicación con sus compañeros de trabajo. Buscan una vía de escape de sus enfermizos sentimientos de culpabilidad sin encontrarla.
El director parece querer imprimir la manera de desestabilizar también al espectador a través de la asunción del malestar de Ema. Lo que sí consigue, es inocular en nuestro estado de ánimo una desazón permanente muy inquietante, casi angustiosa y algo irritante, que va en aumento a la vez que discurre la trama. Las coreografías y ensayos de danzas contemporáneas puestas en escena deberían servir de recreación visual y auditiva, como contrapunto armónico de relajación, a través de esos momentos contemplativos en donde podría realzarse la belleza a través de mostrar la creación y pureza del arte. Pero el director no nos da tregua, haciendo chirriar esos elementos a propósito, como una música asonante, mal orquestada, para aumentar nuestra inquietud.
Pero Larraín, con ese punto de intransigencia algo corrosiva que nos ha mostrado en la mayoría de sus películas: No (2013), el intento de derrocamiento de Pinoched; El club (2015), la pedofilia dentro de la iglesia; Toni Manero (2008), elección del camino equivocado hasta llegar al crimen; no está dispuesto a la condescendencia con el espectador ni con los personajes y los exprime sin piedad hasta que aflore su esencia mas profunda, a veces despiadada y sucia. Y ese es el camino que recorren los personajes de Ema y Gaston en esta película. Un proceso amargo que les debe llevar a un renacimiento como personas. En ese proceso les acompañará la generosidad y conceptos nuevos de asunción de la realidad.
Inquietante pero firme la interpretación de Mariana Di Girolamo y aceptable la de Gael García Bernal, imprimiendo nervio a su personaje, con un comportamiento no siempre justificado, pero coherente con la emotividad dramática requerida, aunque, quizá no se desprenda entre ambos el feeling suficientemente convincente como pareja.
Pepe Méndez