Comentaba el otro día en la entrada de este especial correspondiente a ‘Río Conchos’ (id, Gordon Douglas, 1964), que en la primera edición en disco compacto que recogió el trabajo de Jerry Goldsmith para el filme, Intrada incluyó como pieza de apertura los doce minutos que el maestro escribió para el prólogo de ‘El tormento y el extásis’ (‘The Agony and the Ecstasy’, Carol Reed, 1965).
Cinta que giraba en torno a la Capilla Sixtina y a la tensa relación que se estableció entre Miguel Ángel y el Papa Julio III, el filme protagonizado por Charlton Heston y Rex Harrison, cuya fantástica música fue responsabilidad de Alex North, contaba con un pequeño documental de talante pedagógico con el que la Fox pretendía acercar al público asistente un sesgo algo menos conocido del inmortal artista italiano.
‘El artista que no quería pintar’, genio condensado
Regrabado para la edición de Intrada por el propio compositor en una versión que supera en calidad de matices al original, el prólogo de ‘El tormento y el extásis’, también conocido como ‘El artista que no quería pintar’, ofrecía una visión sobre la faceta escultora de Miguel Ángel para la que Goldsmith creaba una pieza que, a todas luces, se cuenta entre lo mejor que el músico llegó a escribir a lo largo y ancho de su abultada trayectoria.
De majestuosidad incuestionable, los once-doce minutos —dependiendo de si estamos hablando de la regrabación o del original— sobre los que se extiende la composición son, ante todo, de una riqueza orquestal sublime, planteando Goldsmith un constante diálogo, una danza si así quisiéramos definirla, entre la sutileza y el carácter evocador de las cuerdas y la flauta y la autoridad de la sección más potente de los metales.
Épica e íntima a partes iguales, por más que esta entrada esté destinada a cubrir el primer score del maestro que se escucharía en un cine en 1965, no podía dejar pasar la oportunidad que me brindaban estas líneas para dejar constancia aquí de la magistral grandeza que, en tan pocos minutos, era capaz de condensar un artista irrepetible que elevó la música de cine a las alturas que podéis escuchar en el video que encabeza esta sección.
‘Primera victoria’, deslavazada y errática
‘Laura’ (id, 1944), ‘El hombre del brazo de oro’ (‘The Man With the Golden Arm’, 1955), ‘Anatomía de un asesinato’ (‘Anatomy of a Murder’, 1959), ‘Éxodo’ (‘Exodus’, 1960) o ‘Tempestad sobre Washington’ (‘Advise & Consent’, 1963) son cartas de presentación más que suficientes para esperar siempre lo mejor cuando uno se acerca a algún título de la filmografía de Otto Preminger de esos que nunca ha tenido la oportunidad de revisar.
Y ese debería era el caso de ‘Primera victoria’ (‘In Harm’s Way’, 1965), cinta bélica alrededor del ataque a Pearl Harbor en diciembre de 1941 que, con un sólido reparto encabezado por John Wayne y Kirk Douglas, narra el ascenso a almirante del capitán encarnado por el primero y sus esfuerzos por lograr una victoria contra el ejército japonés en el Pacífico que sirva de represalia por lo que éste hizo en el puerto hawaiano.
Ya el arranque, con esa fiesta del ejército, es muy buen indicativo de lo que nos vamos a ir encontrando en el resto de las eternas dos horas y cuarenta y cinco minutos a lo largo de las cuales se prolonga una historia que ni de lejos da para tanto. Es más, considerando la inmensa cantidad de escenas que no llevan a ninguna parte, y los esfuerzos que la cinta gasta en incluir personajes que carecen por completo de relevancia en la historia, cabe preguntarse como es que nadie le dijo a Wendell Mayes, el guionista, que recortara su adaptación de la novela firmada por James Bassett.
A la falta de coherencia que Preminger demuestra a lo largo del metraje se une el completo desinterés por unos personajes planos y desdibujados sobre los que ningún talento se vierte, ya por parte del guionista, que los traza siguiendo arquetipos de manual, ya por parte de unos actores que, acaso sabedores de la pobreza formal de los mismos, evitan esforzarse algo más en intentar hacerlos cercanos al espectador.
Lo que dicha barrera interpone de cara a un mayor disfrute de la cinta es sólo una primera traba que se completa con lo casual de su desarrollo, con la nula carga dramática que comportan todos los sucesos sin excepción de la trama —atención a cómo se resuelve el ataque a Pearl Harbor, de risa—, con lo irritante e inane que resulta toda la vertiente romántica de la cinta y, para rematar la faena, con ese tramo final que, en lugar de despertar algo el interés del público, lo termina ahogando.
Un hecho éste imperdonable cuando dicho tramo se centra en una batalla naval que quizás podría haber justificado el tiempo invertido pero que, rodada de cualquier manera, con unas maquetas de efectividad limitada y sin ganas por hacer algo diferente —el propio Kirk Douglas se pronunció al respecto ofreciéndole a Paramount trabajar con el mismo equipo que había intervenido en ‘Senderos de gloria’ (‘Paths of Glory’, Stanley Kubrick, 1957)—, termina por ser la última puntilla del ataúd con el que ‘Primera victoria’ se entierra en el olvido. Un ataúd en el que, lamentablemente, también queda incluida la partitura de Jerry Goldsmith.
‘Primera victoria’, la música
Acompañada por el score de ‘Morituri’ (id, Bernard Wicki, 1965) en un compacto editado por Tsunami en 1994 —un sello alemán que recuperó durante la segunda mitad de los noventa multitud de scores clásicos en sus grabaciones originales—, la primera audición que le hice a ‘Primera victoria’ allá por 1998 me dejó «igual»: sin haber visto la película, ni saber a qué género pertenecía, la extraña mezcla entre sus sonoridades ligeras sacadas de una pista de baile, la marcha de marcado corte bélico y los temas de acción de inconfundible sello Goldsmith era, como poco, desconcertante.
Toda vez visto el filme, se explica con precisión de dónde sale el ecléctico talante de una banda sonora que, más allá de la citada marcha —que, eso sí, prefigura,y de qué manera, las que vendrán—, no ofrece nada novedoso al amante de la música de cine en general y la del maestro en particular, caracterizada como queda por ese talante ligero que aportan, ya el tema romántico, ya los citados momentos en los que el compositor subraya el filme, no de forma equivocada —eso nunca— pero sí poco afortunada.
Ampliada de los once temas de la edición de Tsunami hasta los treinta y tres que conforman el compacto que Intrada publicaba en octubre del pasado 2015 —que se dividen en 18 del score expandido y los 15 que originalmente aparecieron en el LP de 1965 bajo el sello de RCA—, lo cierto es que ‘Primera victoria’ es una de esas bandas sonoras que, sin añadir nada a la filmografía de Jerry Goldsmith, está reservada a sus admiradores más recalcitrantes.
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La noticia
Jerry Goldsmith | ‘Primera victoria’, de Otto Preminger
fue publicada originalmente en
Blog de cine
por
Sergio Benítez
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