La importancia del comienzo en una buena película: Un monstruo viene a verme
Redactor Colaborador: Carlos Hernández García
Siempre me han resultado fascinantes los primeros compases de una película.
Desde la obra que busca conseguir un Oscar a mejor película del año, hasta la película de Serie B que busca provocar la carcajada rápida en el espectador, los primeros instantes de una película son cruciales para empezar con buen pie el relato.
Desde que la vi, considero que el inicio de “Gran Torino” es increíblemente bueno. En apenas un par de escenas, Clint Eastwood se las apaña para presentar, con gran nivel de detalle y simplemente usando imágenes, tanto al personaje protagonista (interpretado por el propio Eastwood) como a todo lo que rodea a su persona. Y hace poco, encontré otro comienzo que me recordó enormemente este inicio: Un monstruo viene a verme.
El fin de semana pasado tuve la oportunidad de ver la nueva obra de Bayona, “Un monstruo viene a verme“, y personalmente, considero que es un producto muy recomendable. Pero dejando un poco de lado la película como un producto entero, el comienzo de la misma me pareció magnifico, ya que en apenas unos minutos, contextualiza la tesis de la cual partimos y pone al espectador en situación.
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La película utiliza en gran medida la narrativa visual para mostrarnos lo que sucede. Y durante los primeros compases, cobra aún más importancia si cabe. La obra de Bayona usa las imágenes para provocar una serie de sensaciones en el espectador, haciendo que desde el primer acercamiento, podamos empatizar con los personajes.
Por un lado, vemos como el Connor, el joven protagonista realiza las tareas domésticas de la casa. Así, asistimos a como se prepara el desayuno y realiza algunas tareas domésticas, mientras se nos muestra (de pasada, aunque varias veces) botes de pastillas, provocando que la sombra de la enfermedad empiece a rondar al espectador, para acabar la escena con el descubrimiento de que la madre de Connor se encuentra en la cama.
En esta pequeña escena de apenas un par de minutos, el filme se encarga de arrojar luz sobre varios aspectos. El primero, y más importante ya que será uno de los pilares principales de la trama, es que alguien se encuentra enfermo, y a juzgar por la cantidad de medicina que se enseña, no es algo leve. Si prestamos atención a la soltura con la cual Connor realiza la tareas domésticas, y que la madre se encuentra en la cama, todo apunta a que es la progenitora de nuestro protagonista quien está enferma.
Momentos después, vemos que la situación en el colegio no es mucho mejor, ya que Connor sufre de bullying, y uno de los matones que se encarga de propinarle una paliza, da una pista clave mientras zarandean a nuestro protagonista, hablando de “la calva de tu madre”. En este mismo instante, se nos confirma que la madre es la que se encuentra clave, y la frase, sugiere en gran medida que es cáncer, aunque nunca se nombra la enfermedad que padece.
Así, con esto J.A. Bayona deja claro que no necesita grandes diálogos ni un narrador para explicar la situación con la que arranca la historia. Se sirve de las imágenes, que son mucho más poderosas, y así el espectador ya tiene las primeras piezas para meterse de lleno en la obra que el cineasta español nos presenta.
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