La esperadísima exposición Van Gogh Alive llegó a Ciudad de México después de haber cosechado un enorme éxito de público durante dos años en ciudades tan dispares como Florencia, Madrid, Zúrich o Taipei. Fortalecía esa expectación el hecho de que la gigantesca carpa rígida (mil quinientos metros cuadrados) que alberga la exhibición virtual se instalara en la Plaza del Monumento a la Madre, un área recientemente restaurada que se antoja óptima para eventos de este tipo tanto por su extensión como por su ubicación relativamente céntrica. Y así lo demostraban las largas colas, desalentadoras sobre todo los fines de semana. Para nuestra visita decidimos pertrecharnos de paciencia… e hicimos bien.
La prensa hablaba -y sigue hablando- de una exposición virtual que rompía con la monótona experiencia que supone la visita a un museo convencional al permitir al espectador una inmersión virtual e interactiva en algunos de los cuadros más representativos del genial pintor holandés. De entrada, confieso que la forma de vender el evento me parecía -y me sigue pareciendo, sobre todo después de haberlo visitado- poco respetuosa con la función pedagógica que se le supone a una presentación. Quizás ese reparo pudiera haber influido en mi primera impresión: lo que estaba viendo poco tenía que ver con una exposición pictórica y, desde luego, muchísimo menos con un museo.
En esencia, Van Gogh Alive consiste en la proyección de algunas de las más reconocidas y reconocibles obras maestras del artista en las columnas, paredes y suelos del espacio habilitado, a una escala propia de un mural publicitario. Las reproducciones tienen la característica de que, lejos de ser estáticas, están animadas con la pretensión de generar en el visitante la sensación de “inmersión” en el escenario pictórico, como si fuera posible pasear dentro de cada cuadro. El bombardeo de imágenes y detalles es amenizado por una selección musical arbitraria (de Johann Sebastian Bach a Samuel Barber) que poco o nada tiene que ver con la época histórica en la que vivió el pintor nederlandés, así como por diversos estímulos olfativos que tratan de facilitar que el observador perciba la naturaleza y los espacios retratados en las obras como podría haberlo hecho Van Gogh. Asimismo, se proyectan también citas que revelan presuntamente el pensamiento y la estética del maestro de Zundert.
El recorrido es libre: se han descartado los itinerarios cronológicos, algo que, si bien permite al visitante vagar libremente “a través” de las composiciones -una delicia para los niños-, es también demostrativo del carácter inmediato y superficial de la exposición. Como conjunto, Van Gogh Alive resulta un espectáculo tan agradable en lo visual como banal en lo intelectual. La tecnología implementada apela a los sentidos por encima de cualquier otra consideración (sobre la patente denominada SENSORY4 la información asequible es escasa: sólo se nos informa de la implementación de 40 proyectores de alta definición trabajando coordinadamente a través de un software desarrollado especialmente, y de un sistema de sonido envolvente sobre el que no se encuentra ninguna especificación).
En definitiva, Van Gogh Alive no pasa de ser una entretenida opción para resolver el plan familiar del domingo o una buena excusa para una sesión de fotos y vídeos destinada a su publicación en Instagram. No en vano la compañía desarrolladora, la australiana Grande Exhibitions, presenta en su página web la exposición como una credencial tecnológica irresistible para la venta de eventos comerciales de gran formato. Buscar en esta fórmula una alternativa al museo tradicional no tiene el menor sentido, a menos que la idea consista en suplantar paulatinamente los museos por parques temáticos. Que a lo mejor de eso se trata.
Nota: Los interesados en visitar Van Gogh Alive en los próximos días deben saber que el Gobierno Federal ha decidido la suspensión de la misma como medida preventiva ante la potencial expansión del COVID19. Según la organización, «la exposición se reanudará cuando las autoridades confirmen que la etapa de dispersión se encuentra bajo control».