Últimos días en La Habana
Año: 2016
Duración: 92 min.
País: Cuba
Director: Fernando Pérez
Guion: Fernando Pérez, Abel Rodríguez
Fotografía: Raúl Pérez Ureta
Reparto
Jorge Martínez, Patricio Wood, Gabriela Ramos, Cristian Jesús, Coralita Veloz,Ana Gloria Buduen, Yailene Sierra, Carmen Solar
Productora
Coproducción Cuba-España; Besa Films / Instituto Cubano del Arte e Industrias Cinematográficos (ICAIC) / Wanda Visión S.A
Género: Drama
Sinopsis
Centro Habana, el corazón de La Habana de hoy. Miguel sueña con huir a Nueva York, a la espera de un visado que no llega. Diego sueña con vivir. Postrado por el SIDA, libera toda su energía desde el camastro del solar en que vive. Una galería de sugestivos personajes rodea a la pareja de amigos. Cuando por sorpresa llega el visado, el destino colocará a todos ante una inusitada decisión.
Crítica
Es un film modesto con un buen diseño de producción, una honda historia dramática y una buena escritura narrativa, aunque su densidad emotiva no siempre logra penetrar en las zonas sensoriales del espectador, quizá, porque la estructura visual es demasiado cerrada, angosta, y las historias de los personajes: angustiosas; moviéndose estos en unos escenarios cerrados, dejándoles únicamente unas salidas tan estrechas; con tan poca luz y tanta falta de esperanza, que intuimos unas vidas abocadas a la destrucción.
En nuestro imaginario sobre Cuba tenemos una idea de un País alegre, vital, luchador, que intenta sobreponerse a su precaria carencia de recursos con imaginación, humor y, aunque “Últimos días en la habana” en algunos momentos intente reflejar ambas cosas, el dolor es manifiestamente mayor que la alegría, y ese dolor nos arrastra hasta el final, aunque el director le eche unas dosis de optimismo en la solución última.
Y es que, este film intenta plasmar, con mirada triste y devastadora, toda la Cuba actual que bulle en ella; varios mundos personales prácticamente encerrados en una habitación y unas pocas escenas exteriores – de documental total- son suficientes para mostrarnos el desencanto de lo que la revolución ha creado en el País y el estado de ánimo de la población, que ya no se atreve a apoyar ni a criticar su sistema político, pues solo se lucha para una supervivencia diaria sin demasiada esperanza de futuro, así que, aunque sus gentes guardan el instinto noble y humano de solidaridad, saben que se baten en retirada y gritan -como todos los momentos últimos de las inexorables derrotas- ¡sálvese quien pueda!.
Triste visión de una Cuba cuyos ciudadanos parecen haberse rendido al cambio y aceptan su destino como una plaga bíblica, resignadamente y con la filosofía de autoengaño que compara su situación con los ciudadanos de otros países, que padecen una situación mucho peor que la suya. Esta es la situación que percibimos viendo esta historia de escapismo de la que los personajes solo se pueden liberar entregándose a la muerte o huyendo de su amado paisaje, cuyo espacio, el director se resigna a mostrarnos.
Es de agradecer que justamente el personaje con más motivos para sentirse más desolado, debido a su enfermedad terminal, sea el más alegre –aunque no optimista- de la película, aunque está claro que su ironía es un canto amargo de despedida a todo lo que le rodea, y por otra parte su recitado – casi monólogos- por momentos nos pueden parecer algo teatrales y faltos de naturalidad. Esa sensación nos aleja emotivamente de la historia.
Y ya que Cuba es la principal intérprete de la película, también echamos en falta más secuencias en escenarios naturales y algunas pinceladas relacionadas con el mundo exterior. El reflejo anímico que encontramos en la obra, puede ser correcto pero excesivamente hermético para trasmitirnos todo el complejo mundo que se vive en la Isla. Un reflejo que puede ser suficiente para muchos, pero que para mí es de vía estrecha. Y sin salida. Y sin posibilidad de que se aireé la alcoba. Claro que, por dura que resulte muestra una realidad.
Pepe Méndez