Zama :
Año: 2017:
Duración: 115 min.
País: Argentina
Dirección: Lucrecia Martel
Guion: Lucrecia Martel (Novela: Antonio Di Benedetto)
Fotografía: Rui Poças
Reparto
Daniel Giménez Cacho, Matheus Nachtergaele, Juan Minujín, Lola Dueñas, Rafael Spregelburd, Daniel Veronese, Vando Villamil
Productora
Coproducción Argentina-España-Francia-México-Brasil-Estados Unidos-Países Bajos (Holanda); Rei Cine / El Deseo S.A / Canana Films / KNM / Bananeira Filmes / Louverture Films / Netherland Filmfund / Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA)
Sinopsis
Narra la historia de Don Diego de Zama, un oficial español del siglo XVII que espera ser reconocido por sus méritos. Pero en los años de espera pierde todo. Decide atrapar un peligroso bandido y recuperar su nombre… Basada en la novela existencial de Antonio Di Benedetto escrita en 1956.
Crítica:
Lucrecia Martel se ha atrevido a llevar al cine la que hoy es un clásico de novela de mitad del siglo XX. Una obra marcada por la paciente espera de su personaje, Zama, un alto funcionario español que en una ciudad colonial de Sudamérica lleva años viviendo casi en la miseria, esperando que le trasladen a Buenos Aires con un cargo superior mientras, mes tras mes, espera, además, recibir de la Corte de España la paga que le corresponde por su cargo, sin que esta llegue nunca, ni tampoco el nombramiento de su nuevo destino.
La característica principal de la película es que el lenguaje que utiliza la directora no es el clásico discurso cinematográfico por el que avanzamos en la aventura, para que al final encajen todas las piezas de la intriga en el engranaje del puzle y así podamos entender lo que ha sucedido durante ese tiempo, pero sobre todo, el por qué y el cómo de la historia que nos cuenta.
En un marco incomparablemente bello, el tiempo cinematográfico parece congelarse y con un lenguaje narrativo de descripciones situacionales en el que los personajes parece que se ven, se hablan, se oyen, comparten un mismo espacio pero siguen aislados, como ausentes, y se nos presentan como espectros que no llegaran a tocarse nunca, ni a entenderse, aunque se respeten y acaten decisiones con las que no están conformes. Es un lugar en el que cada individuo convive cerca del otro, pero debido a la permanente sumisión hacia las altas jerarquías temen inmiscuirse en el camino del vecino por miedo a ser perjudicados. La película nos trasmite la sumisión constante de la población hacia los pocos que ejercían el poder, arbitrariamente con mano de hierro, incluso entre los propios funcionarios españoles, casi todos ellos aspirantes – como el mismo Zama- a altos cargos de poder con los que pudieran conseguir gloria y riqueza.
La directora enmarca a unos personajes que se arrastran parsimoniosamente en su destino sin poder replicar a lo que creen injusto, paralizando el tiempo en un contexto histórico en el que la vida no debía ser tan parsimoniosa como nos la presenta, si no mucho más agitada y llena de peligrosas intrigas. Es cierto que no podemos negar que en la película, esa tensión se palpa, está presente como una losa sobre las cabezas de los principales personajes, creando una especie de temor psicológico paralizante, pero la historia nos dice que aquella parte del mundo hervía más de lo que se cuenta en esta obra. También es cierto que esa manifiesta falta de acción está dentro de una deliberada y pretendida intencionalidad por acercarnos al espíritu inquebrantable, paciente, pero al mismo tiempo, desolado personaje en que se convierte Zama.
Así que, Lucrecia Martel, más que una película de aventuras o de conquista, ha querido hurgar en la obra de Antonio di Benedetto, acercándose al espíritu que el autor de la novela imprimió en sus personajes y, en ese sentido, creemos que ha logrado un producto compensado con la idea original creadora, aunque, seguramente, menos aceptado por el gran público, debida a esa complejidad narrativa tan personal de la directora, de descripciones frías y puestas en escena con bellos planos que forman un todo en sí mismos pero que el espectador tendrá que montar como un puzle para dar sentido a la historia. Aunque al final, por su dureza, lo distante se convierte en herida dolorosa, en parte carnal y en parte metafísica.
Lucrecia Martel, por lo personal, sigue ofreciéndonos un cine punto y aparte.
Pepe Méndez