París, 1930. Salvador Dalí y Luis Buñuel son las principales figuras del movimiento surrealista, pero Buñuel ve cómo se le cierran todas las puertas después del escandaloso estreno de «La edad de oro», su segunda película, después de “El perro andaluz”. Si ésta asombró el mundo del arte, aquella convulsionó las conciencias y creó un huracán en los espectadores y críticos que tuvieron la oportunidad de verla, hasta tal punto que destrozaron la sala de proyección, así que, película y director quedaron estigmatizados para seguir haciendo cine. Buñuel, un tanto asombrado, volvió a Aragón, al refugio de las charlas con su amigo, poeta y escultor , Ramón Acin.  Una tarde, entre copa y copa, Ramón compra un billete de lotería con la loca promesa de que, si gana, pagará el documental que su amigo Luis quiere rodar sobre Las Hurdes, una de las regiones más pobres y olvidadas de España… Pasan las semanas y Buñuel vuelve a París, en donde recibe la llamada de su amigo Ramón comunicándole que le ha tocado la lotería y, como le prometió, le producirá la película sobre Las Hurdes.

Comentario:

En realidad, esta sinopsis es como el prólogo de la película, a partir de ahí nos adentramos en la historia de ese viaje, que consistió, dado el lugar y la situación de la vida social en aquellos parajes, en una aventura de inmersión en un inframundo, con el propósito del rodaje de la película “Las Hurdes, tierra sin pan”. El resultado de aquel rodaje nos lo describe Salvador Simó Busom, con un guion de él mismo y de Eligio R. Montero, sobre una adaptación del cómic homónimo de Fermín Solís.  

En parte, “Buñuel, en el laberinto de las tortugas” es un film descarnado, no podía ser de otra manera conociendo al famoso director de Calanda y el tema de la película que rodó allí, sobre tan olvidado lugar y miserable vida de sus lugareños, sin embargo el director consigue darle una visión de fino humanismo, impregnado siempre de cierto sarcasmo muy propio del extraño humor que desprendía Buñuel sobre la comprensión de la vida, a veces tan despiadada y otras tan sumamente tierna, pero siempre humanista, aunque no siempre comprendido por todos, lo que le llegó a crear, durante una primera etapa, cierta marginalidad por parte de un sector del público, y el aplauso unánime por parte del movimiento de los “surrealistas”.

La película muestra los fantasmas que convulsionaban la interioridad que, el personaje de Buñuel condensaba y había abrazado desde el momento que descubre ese movimiento, y que ya no abandonaría jamás durante toda su carrera artística, que fue lo que le hizo grande y único, entre los grandes nombres de la historia del cine.

Es esta una feliz película en la que se desprende ternura y cariño por el personaje tratado. Realizada con todo esmero y comprensión por esa aventura que en su momento despertó algunas conciencias políticas y centró las miradas hacia ese lugar, para el sonrojo de algunos y la intención moral de otros para subsanar la situación de aquella zona olvidada.

Los dibujos son amables y acertados, con la intención de darle una sensación de realismo, de verdad, dentro de un montaje ficcionado, extraído de la memoria de los que vivieron aquella historia, y el resultado de la película que se rodó “Las Hurdes, tierra sin pan”.

Es una de esas películas entre “impacto e impacto” visual y fílmico mantiene un interés creciente y, tengo la impresión que no defrauda a nadie.

Pepe Méndez