No le cabe ni una consonante más a su nombre, Krzysztof, y su apellido invita a tirar la bolsa de palomitas antes de entrar a sus películas, Kieslowski… Hace veinte años que murió y, gracias a eso (no a su muerte, claro, sino a la efeméride), algunas pantallas han repuesto su Trilogía de Colores, Azul, Blanco y Rojo. Evidentemente, es lo más importante que ha ocurrido este fin de semana en lo cinematográfico, y algunos críticos se han apresurado a señalarlo. Pongo a continuación tres párrafos gordos de algunos de ellos:
Carlos Boyero, en El País
¿Cómo convencer a las nuevas generaciones, a los voraces consumidores de imágenes que no exijan más que cinco minutos de atención, youtuberos militantes, adictos exclusivos a la acción, de que alguien con un ritmo lento para retratar los estados del ánimo, para hablar con profundidad y estilo de seres con pasado o presente tenebrosos, que están en el límite del dolor y con el corazón devastado, de sensaciones que exigen tiempo, estética y rigor para ser expresadas, de los misterios que acompañan a la naturaleza humana en circunstancias fronterizas, merezca la pena de pagar excesivos euros para contemplar ese espectáculo intimista en una sala oscura? ¿Cómo exaltar un universo en el que las miradas, los pequeños gestos, los balbuceos, los matices, el tempo que necesita un plano sustituyen a la retórica, al esto es blanco o negro?
Luis Martínez, en El Mundo
Las pantallas traen por accidente de los aniversarios (se cumplen 20 de la muerte del director) Azul, Blanco y Rojo o, de otro modo, el particular homenaje accidental que el polaco Krzysztof Kieslowski quiso rendir a su país de adopción. Se trata, muy elípticamente, de pintar sobre la pantalla la bandera de Francia. A su manera, es una loa decepcionada (o un epitafio esperanzado, como se quiera) a Europa y a lo que el continente ilustrado significa. Contempladas desde ahora mismo y desde la crisis de los refugiados a los pies de la frontera, pocas películas se antojan tan lúcidas y hasta necesarias. Tan actuales. La Libertad, la Igualdad y la Fraternidad aparecen proyectadas sobre los rostros extrañados de sí mismos de tres actrices con gesto de herida, de tres personajes perdidos: Juliette Binoche, Julie Delpy e Irene Jacob.
Oti Rodríguez Marchante, en ABC
El hálito de su coguionista siempre, Krzysztof Piesiewicz, y el hilo musical de Zbigniew Preisner, algo más que el músico del cine de Kieslowski, pues es literalmente su alma (no se puede ni entender ni sentir el cine de Kieslowski sin la música de Preisner, o incluso de Van Budenmayer, compositor del siglo XVII, inventado él y su gran música por Preisner, y que aparece en «El Decálogo», en «La Doble vida de Verónica» y en la Trilogía), le dan solidez y engarce a las tres piezas que, si se analizan con exactitud, van mucho más allá de la Liberté, Egalité y Fraternité que representan esos tres colores, retorciendo esos significados hasta la más absoluta genialidad.
De los estrenos, enfocamos ahora uno que es el más destacado, el de Mustang. Y de él habla Nuria Vidal en su blog… A Nuria Vidal, por cierto, le acaban de conceder el premio Alfonso Sánchez, que otorga la Academia de Cine. O sea, un premio que dan los criticados al criticador. Y este ventanal de Martes Crítico celebra el premio y celebra aún más al premiado.
De Mustang dice Nuria Vidal
La gracia de esta película luminosa y cálida es que estas hermanas nunca caen ni en el nihilismo de Las vírgenes suicidas de Sofia Coppola, con la que se suele comparar el film, ni en la tragedia de Las hijas de Bernarda Alba con la que tiene evidentes parentescos. Es en cambio, una película teñida de optimismo, de libertad, de confianza en sus personajes. No importa que lo que hacen o dicen pueda ser inverosímil. Que más da. Funciona en el relato de la historia y eso es lo que cuenta. Y sobre todo funcionan estas cinco chicas que establecen entre ellas una complicidad frente a la intolerancia y la frustración.
Y de esta película, excelente, yo también digo algo:
Es su mirada (la de la directora, Deniz Gamze), pero nos llega a través de los ojos de la hermana más pequeña, que narra los avatares y las transformaciones que sufren cada una de las hermanas ante su necesidad imperiosa de vivir, amar, ser y estar. La importancia de «Mustang» consiste en revelar lo profundo y enfermizo del drama sin renunciar a las tonalidades de comedia y a un blancor y estupor narrativo que llena de calidez la pantalla, en una especie de alarde entre la crítica feroz y la ausencia de veneno y saña.
Javier Ocaña, en El País, le pone en cambio muchas pegas:
Hay algo sospechoso en la apuesta de Gamze Ergüven por una fotogenia —sexualizada y publicitaria— que resulta escasamente justificable en términos narrativos: en serio, si los familiares estaban a un palmo del integrismo, ¿las hermanas nunca habían tenido problemas por vestir de tal guisa en ese opresivo entorno?
Y Jordi Batlle, en La Vanguardia, está más a favor:
La cineasta señala y critica, pero no condena a nadie a la hoguera. Es cine de denuncia social reacio a enarbolar banderas o al fácil y siempre molesto subrayado. Permanece en todo momento una loable ecuanimidad, una calidez y una delicadeza muy humanas…
José López en Nosolocine es muy explícito en las virtudes de esta película:
“Mustang” es una película brillante, necesaria, un manifiesto en favor de la libertad, contra la barbarie religiosa, contra la sinrazón de unas sociedades cerradas e inquisitoriales en pleno siglo XXI.
Dani Arrébola se confiesa entusiasmado en su página de APTC Cine
Mustang es una cinta imprescindible para todo aquel que haya perdido bastante de la esperanza depositada en el séptimo arte. Gracias a la astuta técnica de una cineasta sensible pero despierta y a unas magníficas interpretaciones de cinco niñas que son todo un imán en pantalla, el espectador encontrará motivos fundados no sólo para justificar el precio de su entrada sino también para recomendarla nada más salir de la sala a los contactos más -culturalmente- agitadores de sus agendas.
Y Sergi Sánchez aporta, como siempre, elementos muy interesantes sobre ella en La Razón, pues distingue entre sus dos tramos, el de la crónica de la inocencia perdida y el de la denuncia explícita al fascismo machista de la Turquía islámica. Su comentario es muy preciso y lúcido.
Y se nos ha ido el tiempo y el espacio aquí hablando de Kieslowski y de Mustang, aunque la taquilla haya sido muy favorable a “Kung Fu Panda 3” y a “Divergente: Leal”. Lo cual convierte en sospechoso a este Martes Crítico: ¿a qué le dedica tiempo y espacio?
Oti Rodríguez Marchante
@OtiRMarchante
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Martes Crítico, programa 23. Conducido por Oti Rodríguez Marchante
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