A Royal Night
2015
97 min.
Reino Unido
Director: Julian Jarrold
Guión: Trevor De Silva, Kevin Hood
Música: Paul Englishby
Fotografía: Christophe Beaucarne
Reparto
Sarah Gadon, Emily Watson, Jack Reynor, Rupert Everett, Bel Powley, Roger Allam, Jack Laskey, Ruth Sheen, Anastasia Harrold, Jack Gordon, Geoffrey Streatfeild, Sophia Di Martino
Sinopsis
8 de mayo de 1945, día de la Victoria en Europa. La ciudad de Londres celebra el final de la guerra, y en Buckingham Palace, la princesa Margarita y su hermana Isabel, están deseando ser parte de la alegría fuera de palacio. A ambas se las permite salir de incógnito para formar partes de las celebraciones, dando comienzo a una noche llena de emoción, peligro y romance.
Comentario crítico
Sabido es que los ingleses tienen una reverencial veneración por su realeza, y que la historia de la filmografía británica está repleta de títulos que tratan temas sobre la familia real, por lo general con bastante respeto y dignidad, en las que pocas veces se reflejan críticas descarnadas o vituperios a esos estamentos pues es posible que la sociedad no se lo permitiera. Casi siempre son tratados realzando sus figuras con sagrada admiración y destacando, en mayor o menor medida, sus aptitudes positivas. No vamos a remontarnos a las películas de aventuras inspiradas en la leyenda artúrica, sobre las que habría mucho que discutir, aparte del pasatiempo eminentemente cinematográfico parido en los estudios de Hollywood. Es constatable que cada equis tiempo aparece un film inglés que nos habla de ese estamento. También es justo reconocer que lo hacen con reconocida solvencia profesional, tanto técnica como artísticamente, empezando por el tratamiento de los guiones y terminando, casi siempre, con meritorias y vistosas interpretaciones típicas de la escuela inglesa, pasando por excelentes ambientaciones y recreaciones magníficas y filmaciones elegantes que dan como resultado final unas obras atractivas para la recreación de los sentidos.
En este caso, julian Jarrold nos introduce en el palacio real inglés para presentarnos a la que es ahora la Reina Isabel II, cuando todavía era una princesa de 17 años, en una noche tan especial como la pletórica celebración en Londres del final de la 2ª Guerra Mundial, en donde la alegría se desborda y el pueblo entero se echa a la calle para celebrarlo.
En un ambiente tan especial como ese nos sitúa la acción, mezclando a los personajes reales que salen del Palacio de Buckinghan y fundiéndolos en la algarabía del pueblo llano en tan señalada noche sin que a nadie le importe quien es quien, pero recayendo en el guion todas las simpatías hacia esa muchacha corajuda y atrevida que baja a la calle porque quiere divertirse con su pueblo. No está mal el planteamiento como publicidad para la Casa Real Británica.
Tan clásica y convencional idea podría dar como resultado un producto solo apto para afines al folletín carnavalesco que nos retrata un estrato social que tiene sus adeptos, básicamente, en los superficiales admiradores y admiradoras de la novela rosa. Pero Julian Jarrold, aunque se ha servido de planteamientos que ya conocemos en otras películas de los años cincuenta y sesenta, como “Vacaciones en Roma” de Willian Wyler, ha sabido introducir personajes de un contrapunto social de descontento, y de opinión menos oficial que la que los políticos, con discursos alienantes ofrecen al pueblo. Eso sí, en pequeños detalles ha sabido mostrar un pueblo sufridor, digno y con gran altura ética dentro de su sacrificio.
La película, contada en clave de comedia amable, discurre en todo momento manteniendo vivo el interés dramático en el espectador, con unos personajes solventes y creíbles, y giros en el desarrollo argumental que aun sin ser nada original en este tipo de obras, el público lo agradece, tanto por la parte que tiene de triquiñuela fantástica, parecida al discurrir del musical clásico, como por aquella otra de puro realismo que nos induce a pensar que aunque insólita, es agradable pensar que esa historia que nos cuenta de una relación de dos clases sociales tan extremas, bien podría -o deberñia- haber sucedido así.
Pepe Méndez