La cámara de Claire
Título original
Keul-le-eo-ui Ka-me-laaka
Año: 2017
Duración 69 min.
País: Corea del Sur
Dirección: Hong Sang-soo
Guion; Hong Sang-soo
Música: Dalpalan
Fotografía: Jinkeun Lee
Reparto:
Isabelle Huppert, Kim Min-hee, Shahira Fahmy, Jang Mi-Hee, Jeong Jin-Yeong
Sinopsis:
Durante un viaje de negocios al Festival de Cannes la joven Manhee (Kim Min-hee), asistente de ventas de una distribuidora, es despedida por su jefa acusada de ser deshonesta, pero en el fondo por una cuestión de celos. Por suerte, conocerá allí a una profesora llamada Claire (Isabelle Huppert), que hace fotos con su cámara Polaroid. Cada una de ellas tiene una peculiar visión de la vida, y juntas lograrán entender sus mundos.
Comentario crítico:
Es un gozo ver a una actriz deslumbrar ante la cámara sin necesidad de alardes interpretativos, con su sola presencia, paseando por las calles de Cannes, mientras en la ciudad se celebra el festival más importante del mundo, que en ningún momento vemos, aunque se habla de él en varias ocasiones.
Cuatro personajes de distintos estratos sociales y diferentes culturas se encuentran casualmente, estableciéndose entre ellos una relación de amistad y, de una manera casi minimalista, llenan los espacios que habitan de verdadera vida, a la vez que Claire va guardando en su cámara imágenes instantáneas de algunos de esos momentos. Así que, el coreano Hong Sang-Soo realiza la película mientras en paralelo, Huppert, como una curiosa observadora va coleccionando en su cámara parte de esas situaciones, que se supone no se repetirán nunca mas.
El director parte de una secuencia en donde sucede algo cotidiano, aparentemente aislado del resto de la película e insospechado por el espectador, todavía, de su importancia en el conjunto argumental, y juega el resto del tiempo con unos pocos encuentros fortuitos para establecer unas relaciones intimistas llenas de un curioso interés humano.
Con una estética despojada de artilugios, pero imágenes pictóricas seductoras e imborrables, nos centra en las sencillas esencias cotidianas del ser humano con una mística casi Zen, y logra profundizar mas en él que algunos tratados de filosofía.
Encantadora por su simplicidad en darnos pautas de vida alejado de cualquier rocambolesca complejidad. Parece querer decirnos: «la vida puede ser sencilla, aunque a veces nos la compliquemos con tonterías. La vida es como respirar, no te das cuenta».
Aunque como sustrato final parece advertir que el egoísmo, el instinto de posesión y la carga cultural pueden ser enemigos para la convivencia.
Pepe Méndez